sábado, 28 de diciembre de 2013

Día 79: Picoespacios del hombre contemporáneo (Primera parte del ensayo)


Tomando como punto de partida los estudios y teorías de Sigmund Freud, me dispongo a adentrarme en el interior de la mente humana, explorando las posibilidades que puede ofrecer y comprendiendo, en una pequeña parte, algunas de sus piezas.
Parto de los tres conceptos principales establecidos por Freud de división de lo que sería el individuo psíquico: el yo, el ello y el superyó. Brevemente, pues esto ya lo hizo en su día el citado psicoanalista, describiré estos tres puntos para que nos sirvan como referencia en las teorías posteriores.
Denominamos ello a la parte inconsciente de una persona, en ella residen nuestros instintos más básicos y primitivos, así como aquellos reprimidos. Contiene también nuestros deseos y temores, complejos desconocidos o experiencias olvidadas. Fábrica y almacén de onirismos, la cual aflora en nuestros sueños o mediante determinados impulsos que afectan a nuestra parte consciente.
Suponemos en todo individuo una organización coherente de sus procesos psíquicos: yo. El yo integra la conciencia (acceso a la motilidad, descarga de las excitaciones en el mundo exterior). Del yo parten también las represiones por medio de las cuales han de quedar excluidas, no sólo de la conciencia, sino también de las demás formas de eficiencia y actividad, determinadas tendencias anímicas. Es nuestra parte consciente con la cual nos encontramos más definidos, así como el nexo entre el ello y el superyó.
Este último término hace referencia a la parte moral y censora. A veces la identificamos como algo ajeno a nosotros, proveniente de la sociedad, o figuras que representen para nosotros alguna autoridad. Se encarga de dictaminar aquello que debemos hacer o no hacer, lo que es adecuado dentro de nuestra sociedad, reprimiendo los instintos y necesidades del ello.

Explicados estos cimientos, el estudio posterior se basará en avanzar un poco más sobre ellos, encontrando otras partes de nuestra mente importantes que se escapan de estos tres términos exclusivos. Antes de establecer los nuevos estadios de la mente, considero importante comentar algunos detalles más dentro de esta primera fase, los cuales nos servirán de hilo conductor para las siguientes.

Aparte de contener nuestros instintos primitivos y reprimidos, encuentro en el inconsciente (ello) la pieza fundamental para la conformación de lo que sería nuestra personalidad. Nuestro inconsciente contiene la clave para activar nuestros sentimientos, y nuestras reacciones, las cuales, mediante una serie de enlaces, se transmitirán al yo consciente, encargado de confirmárnoslas y clasificarlas.
Pongamos como ejemplo el miedo, uno de los sentimientos más relevantes en la evolución tanto del individuo como de la sociedad. En nuestro inconsciente, quedan registradas una serie de experiencias enlazadas a sensaciones, se encuentra por ejemplo el temor que nos producía la casa de nuestros abuelos en mitad del campo por la noche, o los perros que parecían tener un tamaño descomunal, enseñando sus dientes, ante los cuales estábamos indefensos. También habita el sonido que nos producía escalofríos o las escaleras que bajaban al sótano. Todos estos objetos de carga negativa los creemos superados, y seguramente al hablar de ellos no nos produzcan la misma sensación que en nuestra infancia, pero, si oímos los ladridos de un perro similar al que temíamos, o nos encontramos solos en las escaleras del sótano, se activará de nuevo en nosotros aquel sentimiento, sin saber por qué. Cuando nuestro consciente busque la explicación a esa sensación, encontrará la relación con estos objetos que tanto terror le habían infundido en el pasado.
Lo mismo ocurre con prácticamente el resto de sentimientos. El inconsciente crea unas redes de relaciones entre objeto o experiencia y sensaciones. Se establecen estas relaciones prácticamente con todo lo que nos rodea. Entramos en clase de matemáticas, todo esta limpio, ordenado, nuestros compañeros de buen humor, sin embargo, nada más cruzar la puerta nos invade una sensación de angustia, pues en nuestro inconsciente, aquel aula esta inmediatamente relacionado con las malas horas que pasábamos en ella y la incomodidad que nos producía. Lo mismo puede ocurrirnos al encontrarnos que el profesor por la calle, aunque este nos obsequie con la mejor de sus sonrisas.
Vamos dando un paseo y nos encontramos con un grupo de compañeros, entre ellos está una persona a la cual admiramos y profesamos hacia ella una serie de sentimientos afectivos. Inmediatamente, antes incluso que su nombre, se activa en nosotros una sensación de felicidad y agrado, la cual se refleja en nuestro rostro, antes siquiera de ser conscientes de quien es o el porqué de estos sentimientos. En algo inmediato, instintivo, igual de inmediato que el cambio se sensación al pasear la mirada y encontrar entre el grupo a ese otro individuo al que, a veces sin ser del todo conscientes, despreciamos.
Si un poco más tarde, aparece otra persona cuyo físico resulta de gran atractivo para nosotros, nuestro inconsciente dominará nuestras reacciones y, a pesar de que el yo o el superyó, las retengan, el ello moldeará en gran medida nuestra forma de comportarnos hacia esa persona.

Como hemos visto, el inconsciente es el punto clave y origen de nuestros sentimientos, y por lo tanto de nuestra personalidad, la cual ordenaremos posteriormente de forma consciente. Estas funciones del ello ocurren gracias a la existencia de otro de los estadios del individuo, por el cual comenzaremos para explicar este nuevo método de divisiones psíquicas: la memoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario